DAVID
Aclamado desde la antigüedad como guerrero, rey, músico y poeta. Los judíos lo tienen en un altar al considerarlo el más virtuoso y justo de todos sus reyes. Lo que se dice un dechado de virtudes. Para la posteridad David atesoraba la cabeza de un Wittgenstein, el salero de Chiquito, la zurda de Maradona, la belleza de la Garbo y el tesón de Madame Curie. El puto canon. Un metayerno, vamos. Aunque bajo mi punto de vista, tan sólo era un gañán y un trolacas. A las pruebas me remito:
De origen humilde, el primer oficio de David fue cuidar ovejas. Como la trashumancia trae consigo el aburrimiento y el discernimiento en la infancia todavía se encuentra en fase de rodaje, al niño pastor le dio por fabular hasta el infinito y más allá, asegurando que tras varios encuentros con fieras, había acabado él solito con un león y un oso con la única asistencia de un palo de labranza. ¿Hubo algún tonto a las tres que se tragara semejante cuento? Respuesta: Samuel, un profeta que deambulaba por aquellos andurriales y que ni corto ni perezoso le reconoció como el elegido por Dios para suceder al rey Saúl en el trono de Israel.
Pese a ser nombrado sucesor al trono de Israel, David regresó al monte a continuar cuidando ovejas (era o no era un gañán), y en una de esas, mientras se estaba montando la de Dios es Cristo en el valle de Elah, su padre le mandó a llevar la merienda a tres hermanos que tenía en el frente. El resto es historia. Como el joven pastor era más bruto que un arado, en un descanso de la batalla, no tuvo mejor ocurrencia que matar de un pedrazo a un humilde pastillero llamado Goliat. A partir de aquí, ya vino todo rodado y David efectuó el tránsito del campo a la ciudad como todo gañán que libra el servicio militar en una capital de provincia, dispuesto a comerse el mundo.
MOISÉS
Que su nombre signifique “salvado por las aguas” ya es de por sí bastante sintomático de sus méritos. No sé, para mi es como llamarse “chiripa” o “chamba”. Ha pasado a la historia por transportar a todo un pueblo (se estima que fueron unos dos millones) a través del desierto con el único fin de guiarlos hasta la tierra prometida. El pateo con mayúsculas.
Moisés tenía fama de milagrero y supongo que su pueblo pensaría que el trayecto iban a recorrerlo en una nube supersónica o algo por el estilo. Pues nada de eso, TODO A PIE, con dos cojones. Y encima, pese a la susodicha capacidad de obrar milagros que amenizaran tan dura travesía, el rácano de Moisés escatimó los mismos hasta reducirlos a tres en cuarenta años. Los dos primeros aún tienen un pase, ya que en ellos se intuye al menos la buena voluntad de alimentar a su pueblo, al lograr que lloviera pan duro del cielo (el famoso Maná) y sacar agua de una piedra. Moisés se estiraba bien poquito con la peña, la verdad. Ya ves tú lo que le costaba haber alternado con la lluvia de panes algún que otro lechal, aunque fuera para engañar al estómago un poquito, o que de esa piedra hubieran manado cubatas. Pero el tercer milagro era para haberlo matado. Una vez llegan al mar rojo, hastiado como estaría el pueblo de tanto pateo, y esperando como agua de mayo que terminase la tierra firme que venían contemplando durante décadas, el bueno de Moisés no tenía preparados ni unos humildes cayucos para que sus conciudadanos pusieran los pies en alto, sino que se dispuso a abrir una senda entre las aguas del mar, y ¡ala!, a joderse el Golfo de Suez a pata que mola mucho más. Su muerte en las postrimerías de entrada al reino de Israel no creo que se debiera a un castigo divino, tal y como se asegura desde la antigüedad, sino que la palmó de pura vergüenza al intuir cuál sería la cara que pondría su pueblo al contemplar que la tierra prometida no era precisamente Marbella o la Costa Azul, sino ese secarral del quince llamado Israel, que además es un remanso de paz.
BUDA, SIDDHARTHA O COMO LO QUIERAN LLAMAR.
A su lado, Colate se ha criado en un campo de concentración de la II Guerra Mundial. El señorito por excelencia. Recluido en su cortijo desde su más tierna infancia, su padre le evitó cualquier contacto con el sufrimiento de la realidad, con la esperanza de que su hijo no desarrollara una tendencia hacia la religiosidad. Vamos, que el padre de Buda tenía miedo que le saliera un hijo asceta y lo recluye en un palacio con toda clase de placeres a sus alcance y con todo el tiempo del mundo para pensar en soplapolleces. ¡A picar piedra les hubiera puesto yo!, pero con la boca. Al padre y al hijo, a los dos. Juntitos. Ya verías tú si se les pasaba la tontería.
Bueno, la cuestión es que, ante la insistencia del señoritingo, un buen día le organizan una salida fuera de la finca para que conozca los aledaños del palacio, y el bueno de Buda pilla una depresión de caballo cuando contempla por primera vez en su vida a un jubilado. Preguntándose: “¿cómo alguien podía vivir en paz y felicidad si esto era lo que le deparaba la vida?” Tras ese suceso traumático, el pequeño mameluco (que ya contaba con 29 años de edad) le dice a la parienta que se marcha a por tabaco. Se rapa la cabeza, se viste de amarillo y se va por el mundo sin un duro, sacando de dicha experiencia las siguientes perlas de conclusiones:
El odio no disminuye con el odio. El odio disminuye con el amor.
El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional.
Próximas entregas: Neal Cassady, Peter Sellers y Joan Miró.
4 comentarios:
De Moisés, recordemos que tiene que subir a la montañita dos veces porque se le rompen los mandamientos a la primera. Que es el colmo del chapucerío.
Que es como si Dios creara el mundo en siete días, pero en el cuarto tuviera que rectificar lo hecho en el tercero porque le han salido humedades y algunos cataclismos apocalípticos prematuros.
Por cierto, y aunque en catalán, algunos de mis sobrevalorados.
Perdona que comente algo que no viene al caso, pero pon el el google "luis pinto amor absoluto"
Estoy flipando con el video. Gracias Belmondo.
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