Definitivamente, el concurso transcurre por tres derroteros. Por un lado, en la casa Deluxe, acontecemos a la segunda edición encubierta de “Confianza Ciega”. Tengo que admitir que Carlos y Gema están llevando las cosas mucho mejor de lo que yo esperaba; logrando por ello que como espectador ya empiece a aburrirme. Lo ideal para animar un poco la cosa sería meter a un “ex” de Gema en la casa, pero como la muchacha tiene el mismo novio desde los 16 años, dudo que tras el gañán calvo y tripudo que entraría reconociera a ese antiguo amor de la preadolescencia. Otra opción sería bucear seriamente entre sus gustos, y que entrase por sorpresa un muchacho que le resultara irresistible. Repasando su video de presentación, recuerdo su denotada admiración por Camarón. Así que se impone introducir en la casa Deluxe a un gitano de voz poderosa, que le cante fandanguitos al oído todas las noches en esa ronda de camas que han dispuesto en el cuarto.
CARLOS, en el segundo día más feliz de su vida. El primero, por supuesto, será cuando su mujer decida abandonar el concurso.
En la otra casa, toda nuestra atención está con Palomares. La versión hispana de Hedwig and the angry inch sólo quiere compartir cama con la jubilada Mirenchu, ya que si duerme con una fémina, mal porque su novia puede pillar rollos; y si duerme con Julito, mal porque los rollos los pillamos los españoles al completo. La cosa tiene que explotar por algún lado, aunque todavía es pronto para saber por donde.
Por último, las tensiones entre Ana Toro y Almudena (quién ha logrado que los zapatos amarillos se asocien con el enanismo) ya son más que evidentes. En la gala, mientras las dos avanzaban con cara de asombro por el jardín de la casa Deluxe, me daba la sensación de estar viendo una recreación alucinada de “El mago de Oz”. Quién era Dorothy y quién Totó lo dejo a vuestra elección.
Definitivamente, Palomares es muy Off-Broadway.
No hay comentarios:
Publicar un comentario